
La Navidad es de pobres
El significado de la Navidad está totalmente desvirtuado, a pesar de ser el acontecimiento histórico de mayor impacto en Occidente, se ha convertido en una cena banal con regalos que fomentan el consumismo sin ningún objetivo espiritual, no pasa de ser una fiesta más, y como tal la celebran; es para la mayoría un tiempo de placeres mundanos, de disipación y comercio, esta tradición cristiana que nos dice que el 25 de diciembre se conmemora el nacimiento de Jesús de Nazaret.
Jesús no se presentó en la historia como un gran potentado, que desde las alturas de su poder ordena a todo el mundo lo que tiene que hacer.
La Madre de Jesús, María, era una mujer del pueblo, sencilla, su padre adoptivo era carpintero de pueblo. Jesús, como hijo de gente pobre, muy pronto, desde el nacimiento, conoce lo que son las privaciones de los pobres. No tiene ni dónde nacer.
Su familia no encuentra a nadie que los reciba en su casa. Ni tampoco hay lugar para ellos en la posada pública. Tuvo un nacimiento de los más pobres de este mundo.
Jesús nació en la última miseria: en una caballeriza abandonada, con una batea por cuna. Al nacer mismo comienza a sentir en su carne el desprecio en que se tiene a los pobres, fruto amargo del egoísmo humano y del racismo.
En aquel tiempo ya había gente que esperaba un Salvador que viniese de los grandes, de los poderosos. Pero no fue así. Jesús vino como Redentor pobre, como servidor, como alguien a quien lo hacen sufrir hasta la muerte.
El nacimiento de un niño pobre motiva mejor los sentimientos de cordialidad, generosidad y benevolencia que son tan necesarios en los posteriores discursos de adulto de Jesús.
Antes que fortalecer la solidaridad y el amor al prójimo, el consumo y el placer surgen como los nuevos ritos “sagrados” de las celebraciones navideñas, cuyo significado hoy parece legitimar un espacio social dónde pasarla bien.
Cuando se piensa y se reflexionan estos símbolos del nacimiento de Jesús, queda claro que la verdadera pasión y amor al ser humano proviene de los pequeños actos que se realizan cada día, sin ningún interés, teniendo sólo como motor de vida el amor y la solidaridad, más haya de la estúpida acumulación mercantilista de cosas y gentes.
La dignidad no es la que da el poder, el dinero y la apariencia, la dignidad nos la da el acervo cultural, el sentimiento de clase, la solidaridad con los desprotegidos y la vocación de humanidad ante la sociedad.
El verdadero espíritu de la Navidad es sentido y promulgado entre las clases pobres y desprotegidas, son ellas las que a diario fomentan la solidaridad, el amor y el compañerismo entre las penurias diarias de la falta de recursos, no hay mejor lugar para que Jesús hubiera nacido que entre las clases pobres para dignificar su figura y su pensamiento.
La Navidad debe ser entendida como un acto de humildad, amor y fraternidad que a través de un nacimiento en total pobreza se crea una esperanza para un mundo destruido por la avaricia y la codicia de la raza humana, esa es la forma en que se plantea la vida y nacimiento de Jesús: “Esperanza”.

